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martes, enero 10, 2017

Cartas desde Jerusalén. 1


Estimada Eleazar, te escribo desde el puesto de siembra de Jerusalén, estamos saliendo, al fin,  de   Anoa, situado en el interior de nuestro universo. Hemos estado estacionados  alrededor de un asteroide que gira alrededor de su planeta oscuro y sus tres soles vecinos. Cuando llegamos creímos que la travesía ya había llegado a su fin y que las profecías estaban a punto de cumplirse pero desgraciadamente, el planeta se  encuentra en una etapa avanzada de civilización  y la incursión progresiva de los nuestros ha sido imposible. Quizá aquello de la tierra prometida solo sea un delirio ancestral. Son muchas las veces que tengo que pedir perdón cuando blasfemo de esta manera, pero me pregunto si no hemos perpetuado la guerra de religiones que acabaron con gaya.
Al igual que en el antiguo oriente estamos dominados, como decía Johann (compañero en el ecosistema de cubierta), por el perverso romano que destruyó la ciudad de nuestros padres. El es dueño de todos los medios de producción, y el mismo, los entrega a sus consumidores; y al margen de lo que quieran hacernos creer, tengo la sospecha de que no querrá abandonar el mando.  Ya olvidamos la época en que la práctica de la profesión no obligaba a reverenciar a los sumos sacerdotes, ahora, durante la fiesta de pascua, antes de sacrificar  el carnero y los siete corderos en el holocausto, también debemos sacrificar públicamente un macho cabrío como sacrificio expiatorio por las innumerables transgresiones, exactamente fijadas por el tirano, que conlleva no recuperar la pureza legal.
 A veces se ven verdaderas hecatombes que no disminuyen en nada el segundo diezmo, tantos animales son sacrificados  entre  ambos eventos, que nos vemos forzados a desviarnos de la ruta para abastecernos de las pobres criaturas que secuestramos, puesto que la reproducción asistida no da abasto con semejante masacre y es necesario sustituir las bestias rituales. Ahora  nuestras expediciones comienzan hacia febrero o marzo, siempre en época de lluvias,  y el ecosistema interno recupera algo de vida, pero  la estepa de los montes de Judea (de una extensión de  venticincomil leguas cuadradas) aunque es apta para los rebaños de ovejas y cabras, para nuestros huéspedes resulta letal. Y en el fondo les comprendo. A mí también me mata la estepa sin ti y sin Johann. La última vez que salimos, la MOAB, el nombre en clave de la inteligencia de nuestra nave, detectó en Anoa rebaños nómadas de una clase de cuadrúpedo semejante a los perros de nuestra tierra. Cuando salimos a la superficie del planetoide Johann recitaba con sarcasmo  la antigua prohibición de introducir carne de caballo, mulo, asno, pantera, zorro o liebre. Nos reímos de lo irrelevante y hasta ridículo de la prohibición. Parecía que todas las fieras eran propicias para el sacrificio y nuestro trabajo con ellas no era mejor que el veneno que acabó con la vida marina. Nosotros no éramos mejores que los sátrapas asesinos de nuestro sistema solar ofreciendo cuidados al ganado que sacrificaríamos.
Johann cumplió con su obligación y se dio la media vuelta poco antes de despegar con  los cien ejemplares. No se despidió, marchó entre la vegetación como salió de la matriz, desnudo y llorando. No sé si fue a morir o a nacer de nuevo, solo se incurrió en la incidencia de que sobraba una ración más.  
Se que hace años que se levantaron edificios suntuosos en vuestra base,  y que cada cuatro años se organizaban festivales con grandes espectáculos  de un lujo apenas conocido aquí; y porque el  romano se vio obligado a vivir en un constante temor de sus propios súbditos cuando, dejando de lado vuestros logros, quiso imponer la ley marcial. Lo sé porque  en el pasaje paralelo de Belowjudíacum, nuestro comedor principal;  su copero, el trinchante y su camarero, todos ellos eunucos, y a su juicio inofensivos, explicaban las maravillas de tu nave y deliberaban a gritos si acaso  la multitud de ilotas  que habitamos aquí seríamos capaces de revelarnos como en París  o por el contrario, deberían desmembrar a muchos más.
Espero que pronto coincidamos en las mismas coordenadas y que para cuando leas esto aún esté en tus recuerdos.
Saludos desde Jerusalén.

Gamal214897

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