El adiós
No
me digas que te abandoné.
Te dejé mis flores,
te dejé mi miel.
No
me digas que no luche hasta el final,
que pude volver atrás.
La
vida y la muerte corren de la mano,
observándose,
ganando una la pérdida de la
otra,
como la ola que alborota en la orilla del mar.
Te
llevaste contigo
las minúsculas estelas hacia la profundidad,
bajo
la sombra de las mareas,
ocultas
entre ensueños y ambiciones,
sordas
al devenir hastiado de las flores
que
se marchitan
hasta que la noche, con su indulgente asilo,
oculte su mórbida debilidad.
Ella
fue la que trajo, tan cálido entre sus pasos,
el aroma materno que mitiga el llanto, la
pena,
el
dolor y la furia.
No
sospechabas, inquieta entre las sábanas,
donde
te dejaría varada la pena.
Aprehendiste
mi pecho con tu mano,
sujetándote,
pegada a mi espalda.
La
luna, quejosa,
me sostenía al filo del precipicio,
mientras te miraba; amada mía;
tan
hermosa que deberías de ser admirada
hasta
que la finitud del hombre fuera olvidada.
M.Y. Fernández SadornilEl adiós por María Yolanda Fernández Sadornil se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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