Habían atravesado la
capa de nubes y el sol radiante bañaba todo el interior del avión, cuando por
instinto desbloqueó su cinturón de seguridad y tomó la mano de su acompañante,
un joven músico ucraniano que iba recostado a su lado. Ella, cerrajera de
pleitos y pálida pantera, venía mirándolo con rubor desde que antes de embarcar
en el aeropuerto de New Hamphsire. El, sin mirarla, musitó, -no hay una sola
frontera ahí abajo...-
Nunca después se
separarían, de igual modo jamás volverían a estar cerca. Y sin embargo, aunque
la nave nunca llegara a su destino, sus relojes siempre marcarían ya ese mismo
instante.
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Creado a partir de la obra enhttp://silsilehliebst.blogspot.com.es/.
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