El primer pecado Objetivo es pues, el de las iglesias, que reducen a su Dios y le encorsetan en un rol que resulta ser, además de poco creíble, sospechoso de manipulación interesada. En esta rebelión el creador se convierte en victima de sus creaturas. No sólo se ve acusado de no amar la naturaleza de estas, además se le imputa exigirles la renuncia de sí mismos para que el feliz reencuentro sea posible.
Es evidente que la precariedad del planteamiento de estas doctrinas, (débil en su base y paralela al desarrollo de la civilización), señala el deseo suplantar a Dios, adueñándose de la “voluntad divina” con dolo, y con algo que ellos tildarían de soberbia.
La esencia del deseo de crear está en el “amor” por la creación en la que no cabe la renuncia a la esencia vital que se encuentra pareja a la naturaleza. Este binomio no es caprichoso, porque ambas se sirven con el fin de desarrollarse dentro de un equilibrio necesario en un sistema complejo de evolución positiva, lo que me lleva a creer que si hubiera deseo de reconocimiento “paterno” este nos implicaría en un trabajo de afirmación personal como única vía de agradecimiento e implicación con la obra de nuestro autor. Ya no habría pecados, ni objetivos ni tan siquiera subjetivos, sólo existiría el deseo de honrar a la Madre y como consecuencia de ello, nuestra comunidad vería en esta vida una oportunidad más que un camino tortuoso y deficiente.
La preocupación de los dirigentes religiosos ante la manipulación de la génesis, nace de un temor profundo a la pérdida del control, y deja notar que la base de su doctrina, (el amor al prójimo) sufre serias carencias que no son capaces de abordar eficientemente puesto que su alejamiento de la realidad les invalida como autoridad moral. El ministerio divino no tiene derecho normativo si no instrumental, y deben de ser, y así entenderse a sí mismo, como el recurso que aúpe y arrope a su pueblo hacia una evolución equilibrada y sana, respetando de una forma escrupulosa las peculiaridades de cada uno de sus miembros.
Negar la comunión a sus fieles porque no respetan una normativa que evalúa su calidad moral, es negarse a sí mismos, porque dan a entender que su creador da la gracia cuando a ellos les parece, lo que hace de Dios su servidor. Respecto a esto dicen las escrituras:
(Juan 14:30), el sacrificio de Cristo se convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados". [4]
Ellos niegan el perdón, y banalizan el sacrificio de Jesucristo negando la comunión, que en sí misma es la esencia de la reconciliación. Lo que constituye como dice el catecismo católico:
"una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo...Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana”
El único pecado Objetivo es el de ellos, que atentan contra el espíritu reconciliador y amable de su creador.
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El pecado y el perdón por Yolanda Fernández Sadornil se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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