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lunes, marzo 05, 2012

El asesinato por Miguel Gil Fernández

Un detective llamado Losuko, muy cabezota aunque buen profesional, ajustaba las lentes de sus prismáticos sobre el tapete verdinegro del despacho acompañado por su hija llamada Yusunake más tozuda, si cabe, que él.
Yusunake marcaba con el filo de la uña sobre el cristal un ritmo desconocido que se iba acelerando a medida que el tedio la impacientaba. Losuko la miraba, tentado de “poner a cada uno en su sitio”, como a veces apostillaba sermoneando a sus compadres, cuando aporrearon la puerta y el tedio desapareció.
Losuko abrió la puerta.
_Hola, lo siento: el timbre está estropeado y no me quedó más remedio que insistir porque el asunto es grave.
El hombre manoteaba como el párroco del barrio hablando de los pecados capitales, pero desde luego era muchísimo más guapo.
- Al menos alcanza el metro noventa- pensó Yusunake,- y además es muy atractivo, algo mayor… ¡Demasiado viejo!
Yusunake!! Ven a saludar a tu tío el Inspector – ordenó Losuko con voz queda.
Avanzó a grandes zancadas y le ofreció su mano, pero él la sujetó de los hombros y la besó en ambas mejillas.
--Hola nena… susurró mientras la apartaba de sí.
Le caía mal. Muy mal, casi peor que a su padre, pero lo cierto es que siempre que venía traía algún trabajo que les salvaba de los ataques del casero: tenía un caso de asesinato, dos asesinos y un ladrón que vendió las pistas a una asociación de jugadores de rol.
En principio, el dossier parecía algo corriente: Había restos de un trozo metal en la cerradura!, que probaron que los asesinos forzaron la cerradura para entrar. Posiblemente luego durmieron a la víctima, le robaron el dinero y después, cuando despertó, le torturaron hasta hacerle morir. Entonces encontraron otra pista. Una marca muy pequeña, apenas perceptible, en borde de una foto camuflada entre los colores de la corbata. Un triangulo equilátero dibujado con sangre, y dentro, una cifra:
“33”
Y Yusunake pregunto:-¿¡que pasa!?-
Ya lo veras.- aclaró Losuko.
El detective y su hija se fueron dando un portazo. Se dirigían a “Intens wons”, un famoso edificio de principios del 19 en el que encontraron refugio mafiosos y alguna estrella del cine mudo. Fueron a ver a Suiktas, que desde luego no era ninguna estrella, ni podría serlo, a no ser que aprendiera a hacer de mono; que no era otra cosa que lo que parecía entre sus dos gorilas.
-¿Qué te pasa mi buen amigo Losuko?- preguntó mientras se servía un “ginger-ale”
_ El inquisidor apareció ajusticiado por el Gran Consistorio. Para poder asegurar la permanencia inalterada y el Rito, el poder Ejecutivo no ha dudado en torturar y asesinar. Y lleva tu firma, Suiktas.
Losuko se estaba tirando un farol? Yusunake hubiera apostado hasta su alma a que no era más que eso. Era imposible que él pudiera hacer una acusación semejante sin investigar. Sin embargo le vio meter la mano en el bolso de la chaqueta muy despacio: No era un farol. Yusunaque se abalanzó hacia la puerta.
Mientras corría sólo podía pensar: no lo podía saber … a no ser… que estuviera implicado. No, le conocía demasiado bien: prefería pasar hambre que venderse.
Un golpe seco en la cabeza acabó con sus inquietudes.
-¡Querida!!!! Te has pasado toda la noche gritando, creo que el Doctor va a tener que recetarte algo un poco mas fuerte – trinaba una enfermera rechoncha mientras arremetía las sábanas de su cama.
Estoy bien, gracias,- dijo Yusunake con desconfianza- no llame al doctor, quizás anoche comí demasiado y por eso soñé.
Intentaba acordarse de algo pero no sabía de qué se había olvidado. Mientras, la enfermera rechoncha dibujaba algo en la esquina de su retrato: Un triángulo equilátero con un “33” en el interior.
No se atrevió a preguntarle, porque lo intuía, y aunque no sabía porque sabía que la mataria, Yusunake se santiguó antes de morir como le vio a su abuela y el misterio quedo oculto una vez más.

FIN


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El asesinato por Miguel Gil Fernández se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 Unported.

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